El gusto por las aguas como espacio de relajación, es una
actividad con unas raíces bastante hondas en nuestra cultura europea. Sabemos
que las clases altas de las antiguas sociedades griegas y romanas, acogían con
buenos ojos el placer de las termas, y las propiedades que podían aportar para
el cutis o incluso la propia salud.
En nuestro país, será a partir del
siglo XVIII cuando esta actividad comienza a tener seguidores, disparándose su
influencia durante la centuria siguiente.
El nacimiento de una nueva burguesía
que desea asemejarse y superar el modo de vida de la nobleza, permitirá que
aficiones como ésta, comiencen a ser una demanda, que interesarán a quienes
puedan acceder a la misma. Siendo en realidad un espacio desde el que se puede
desempeñar una distracción, distintiva y que obviamente no estaba al alcance de
todos.
Igualmente los estudios sobre las
propiedades del agua comenzaban a incrementarse, tanto es así, que si tan
siquiera salir de nuestra localidad, vemos como diferentes autores van tratando
las propiedades saludables del agua..., ya incluso con anterioridad, es el caso
del médico vinarocense Juan José López. Este tipo de aspectos interesarán
notablemente a las clases altas, de ahí que no sea casual que el famoso Duque
de Vendôme (y que como bien sabemos falleció en Vinaròs), llegó a interesarse
por la presente en las montañas de Benassal. La calidad y demanda de este agua
que ya se afirmaba que tenía propiedades curativas, ayudó a que se abriera un
camino a mitad para poder comercializarla.
El interés por el turismo y consumo
de agua con propiedades minerales será una constante que alcanzará cuotas
ascendentes, generando un boom durante el siglo XIX. Este tipo de elementos lo
veremos reflejado incluso en la medicina local, como sucede con la saga de los
doctores Vizcarro, quienes se dedicarán entre sus muchas vías de
investigación, a las peculiaridades del
agua, y los diferentes problemas de salud que comportaba la ingestión de
bebidas alcohólicas, o los hábitos saludabes que ayudaban a disfrutar de una
mejor calidad de vida.
Como decimos, la preocupación por
este tipo de enclaves era una necesidad que se proyectaba en muchas ciudades.
En nuestro caso sabemos como el turismo de aguas comienza a ganar sus adeptos
en las zonas cercanas a Vinaròs, en una primera etapa, sus destinatarios eran
gentes del ámbito nobiliario o bien posicionados, que a medida que fueron
esparciéndose entre la nueva burguesía emergente, consiguió que se abrieran
mucho más al público.
Balneario Miramar. Vinapedia
A poco más de cuarenta kilómetros de
aquí estaba el balneario de Catí (vigente a día de hoy), el cual hasta entrada
la primera mitad del siglo XX pertenecía al noble Barón de Casablanca. Del
mismo modo, podríamos hablar de otros puntos que existían en el interior de
Castellón, como en la zona de Tarragona, que atraían gentes de lugares muy
lejanos. Poco a poco, este tipo de turismo fue dejando de ser elitista, y se
construyeron diferentes estructuras que permitían una mayor acogida, cuya
calidad dependería del precio que pagaba el usuario.
En el caso de Vinaròs será durante
los inicios del siglo XX, concretamente en el año 1916, cuando se inauguraron
los baños Miramar. En este caso las instalaciones eran asequibles, ya que por
unos 20 céntimos de peseta la gente podía bañarse, así como incluso comprar un
bono para quienes desearan acudir con mayor asiduidad.
David Gómez de Mora